Para poder hacer un buen examen de conciencia, ofrecemos un texto sobre el arrepentimiento escrito por monseñor José María Arancedo, arzobispo de Santa Fe.
Estamos en un tiempo de oración y conversión, un tiempo oportuno para revisar o examinar nuestras vidas. Como toda realidad que se vive en el tiempo, también nuestra vida sufre desgaste, cansancio e, incluso, eso difícil de definir pero que quita entusiasmo a todo lo que hacemos.
Recuerdo un texto de la Sagrada Escritura en el que se le reprocha a una Iglesia “que hayas dejado enfriar el amor que tenías al comienzo” (Ap. 2, 4). No se le reprocha por algo malo que haya hecho, al contrario, se le valoran muchas obras buenas, sino por algo que no es menor: “...que hayas dejado enfriar el amor que tenías al comienzo”.
Se refiere a esa actitud propia de la época primera de los ideales en nuestra vida, que con el correr del tiempo tal vez se ha ido desgastando y olvidando. Esto tiene mucha importancia para el hoy de nuestra vida, como para el nivel de nuestras relaciones. Por otra parte, sé que no es fácil entrar dentro de nosotros y ser verdaderos jueces, y no simples abogados de parte.
Cuando uno hace un examen de conciencia es aconsejable no comenzar por ver las cosas que andan mal, porque podemos quedar encerrados en nuestras pequeñeces justificándonos y no encontrar un camino nuevo. El examen de conciencia no debería comenzar primero por una mirada introspectiva para ver lo que hicimos mal, sino por una "experiencia contemplativa", es decir, contemplar la obra de Dios en nosotros, lo que él ha hecho. Ante todo valoremos el hecho de nuestra existencia, que es el primer testimonio del amor de Dios.
Existo porque Dios me ama, que es como decir mi vida tiene un sentido.
Recordar, también, los acontecimientos y momentos positivos de nuestra vida, que es reconstruir esa historia única y personal que es solo mía y es mi riqueza. No tengo que compararme con otros. Luego sí, en este contexto de gratitud por lo que soy gracias al don de la vida, considerar nuestra respuesta y no temer reconocer el error o equivocación, este es el comienzo de un auténtico cambio de vida.
El examen de conciencia sirve, además, para recuperar el sentido o interioridad de las palabras que usamos, y con las cuales nos relacionamos. Se va dando como un "vaciamiento" en las palabras por falta de interioridad, que puede dejarnos en un formalismo que nos empobrece. No sólo se vacían las empresas dejando una estructura sin contenido, también se vacían de contenido y de “aquel amor que tenías al comienzo” nuestra vida y las palabras fundamentales que siempre usamos, por ejemplo, Dios, amor, oración, familia, amistad, solidaridad, trabajo. En realidad, no negamos su valor, pero vamos dejando que pierdan el sabor que tenían y el compromiso que hoy necesitan para mantenerse vivas.
Como vemos, no tenemos que buscar hacer grandes cosas, sino hacer más grandes las cosas de siempre y en el mundo de siempre. El fruto de la conversión que nos pide este tiempo tiene que poder verse en nuestra vida y en nuestras relaciones. Para alcanzar esto, es necesario recuperar el diálogo con Dios y con nosotros mismos, que es el comienzo del camino hacia una vida nueva.
Para meditar
-¿He dejado enfriar el amor que siento por Dios, por el creador? ¿Lo he dejado en segundo plano, para dar prioridad a mis gustos, obligaciones, deseos?
-¿Valoro el don de la vida, el existir y el estar en el mundo y poder ser causa de alegría y alivio a los demás?
-¿Me comparo con los otros? ¿Compito con los demás? ¿Qué busco con ello, creerme mejor, ponerme por encima de los otros?
¿No sería mejor buscar a Dios en los demás?