Noticias con sentido cristiano para una opinión pública más humanizada y respetuosa
de la dignidad de cada persona

miércoles, 6 de abril de 2011

El camino de Jesús - Para vivir la Semana Santa

Te presentamos tres textos que te ayudarán a meditar en el sentido más profundo de la Semana Santa, el Camino de Jesús, que no es otro que el que experimenta Dios hecho hombre para salvarnos de la muerte. Eso es la Pascua: paso de la muerte a la vida; el paso del pecado a la vida de la gracia. Con ello te invitamos a hacer tu propia experiencia pascual.

Pecado / La traición

Para reflexionar sobre el pecado, sobre sus alcances y su forma, ofrecemos un pasaje del libro "Jesús de Nazaret. Desde la entrada en Jerusalén hasta la resurrección", escrito recientemente por Benedicto XVI, quien profundiza en la traición de Judas y en la tragedia de su desesperanza que le impide creer en el perdón.
El pasaje evangélico del lavatorio de los pies nos pone ante dos formas diferentes de reaccionar a este don de Jesús por parte del hombre: Judas y Pedro. Inmediatamente después de haberse referido al ejemplo que da a los suyos, Jesús comienza a hablar del caso de Judas. Juan nos dice al respecto que Jesús, profundamente conmovido, declaró: "Les aseguro que uno de ustedes me va a entregar".
Son momentos en los que Jesús se encuentra con la majestad de la muerte y es tocado por el poder de las tinieblas, un poder que él tiene la misión de combatir y vencer.
Inicialmente se alcanza a entender únicamente que quien traicionará a Jesús es uno de los comensales; pero posteriormente se va clarificando que el Señor tiene que padecer hasta el final y seguir hasta en los más mínimos detalles el destino de sufrimiento del justo, un destino que aparece de muchas maneras sobre todo en los Salmos.
La palabra del Salmo proyecta anticipadamente su sombra sobre la Iglesia que celebra la Eucaristía, tanto en el tiempo del evangelista como en todos los tiempos: con la traición de Judas, el sufrimiento por la deslealtad no se ha terminado. “Incluso mi amigo, de quien yo me fiaba, el que compartía mi pan, me ha traicionado” (Sal 41,10).
La ruptura de la amistad llega hasta la fraternidad de comunión de la Iglesia, donde una y otra vez se encuentran personas que toman “su pan” y lo traicionan.
Lo que sucedió con Judas, para el evangelista Juan, ya no es explicable psicológicamente.
Ha caído bajo el dominio de otro: quien rompe la amistad con Jesús, quien se sacude de encima su “yugo suave” no alcanza la libertad, no se hace libre, sino que, por el contrario, se convierte en esclavo de otros poderes; o más bien: el hecho de que traicione esta amistad proviene ya de la intervención de otro poder, al que ha abierto sus puertas. Y, sin embargo, la luz que se había proyectado desde Jesús en el alma de Judas no se oscureció completamente. Hay un primer paso hacia la conversión: “He pecado”, dice a sus mandantes. Trata de salvar a Jesús y devuelve el dinero (cf. Mt 27,3). Todo lo puro y grande que habíarecibido de Jesús seguía grabado en su alma, no podía olvidarlo.
Su segunda tragedia, después de la traición, es que ya no logra creer en el perdón. Su arrepentimiento se convierte en desesperación. Ya no ve más que a sí mismo y sus tinieblas, ya no ve la luz de Jesús, esa luz que puede iluminar y superar incluso las tinieblas. De este modo, nos hace ver el modo equivocado del arrepentimiento: un arrepentimiento que ya no es capaz de esperar, sino que ve únicamente la propia oscuridad, es destructivo y no es un verdadero arrepentimiento.
La certeza de la esperanza forma parte del verdadero arrepentimiento, una certeza que nace de la fe en que la Luz tiene mayor poder y se ha hecho carne en Jesús.
Juan concluye el pasaje sobre Judas dramáticamente con las palabras:"En cuanto Judas tomó el bocado, salió. Era de noche" (13,30). Judas sale fuera, y en un sentido más profundo: sale para entrar en la noche, se marcha de la luz hacia la oscuridad; el "poder de las tinieblas" se ha apoderado de él (cf. Jn 3,19; Lc 22,53).

Para meditar
-¿Tengo conciencia de que Jesús me ama, me sirve, me cuida, como demuestra en el lavatorio de los pies? ¿Lo agradezco?
-¿Valoro el hecho de poder compartir su pan, su palabra, su presencia, su esperanza?
-¿Abrazo los “yugos suaves” de mi vida o trato de desprenderme de ellos?
-¿Qué es más grande: mi pecado o el amor y la gracia de Dios?