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viernes, 29 de abril de 2011

Murió Pedro Frías, el Tomás Moro cordobés

Homenaje

Destacado jurista y académico, escritor, ex embajador y disertante calificado, siempre fue un hombre de Dios, humilde, afable y, sobretodo, generoso.

El 2 de abril pasado, a los 92 años, Pedro J. Frías partió hacia donde su nostalgia y su esperanza profundamente cristiana siempre lo habían querido llevar. En paz consigo mismo, con sus familiares y amigos,
Don Pedro dejó esta vida. Pero dejó su ejemplo a todos aquellos que lo conocieron.
Por su inteligencia, su apego al trabajo, su constancia y su sabiduría don Pedro fue todo lo que los diarios publicaron el día después de su fallecimiento: ex embajador ante el Vaticano y en Bélgica; miembro de la Academia Nacional de Derecho y Ciencias Sociales de Córdoba; destacadísimo jurista y constitucionalista; profesor, consejero y vicedecano de la Universidad Nacional de Córdoba; colaborador permanente de la Universidad Católica de Córdoba; ministro de la Corte Suprema de Justicia; consultor de la mediación papal entre 1979 y 1980 por la que se evitó la guerra con Chile; autor de más de 20 libros, y de incontables artículos sobres temas instituciones, políticos y jurídicos. Miembro de los consejos de redacción de revistas y de diarios nacionales y provinciales, y un orador siempre dispuesto, incansable y digno de escuchar.
Efectivamente, don Pedro fue todo eso. Pero, también, mucho más. “Mi pertenencia a la Acción Católica, desde los Niños a la Juventud fue riquísima, no sólo para la vida diaria sino para mi espiritualidad. Hemos seguido fieles a la Acción Católica”, dijo años atrás con motivo de un homenaje que le hicieron en
esta institución.
En la Arquidiócesis de Córdoba integró el Consejo de la Juventud, fue vicepresidente y luego secretario de la Junta Arquidiocesana.
Sus amigos le reconocen, además, una enorme fe, una integridad a prueba de presiones y poderes externos, el humor de los santos y una humildad conmovedora.
Pero, fue aún más. Fue el que durante la crisis por el “Rodrigazo” hacía carnear la hacienda de su campo para repartirla entre los habitantes más necesitados de los parajes de San Lorenzo y Agua de las Piedras, y para los estudiantes del Seminario Mayor.
Fue el que donó partes de sus terrenos y hasta viviendas construidas a varias familias pobres del interior provincial.
Fue el que durante más de 40 años se encargó de proveer de papel de diario a los habitantes de la comunidad de Agua de las Piedras, para que tuvieran papel suficiente para encender sus hornos de pan o para envolver los huevos que vendían en la zona.
Fue el que, sobre todo en los últimos años, dedicó su tiempo para visitar semanalmente a todos sus amigos enfermos, ocupándose de los menesteres necesarios para hacer más llevaderas sus necesidades físicas y afectivas.
Fue el que mes a mes compraba varios ejemplares de este Periódico Encuentro para repartirlos entre sus amigos y familiares, como un modo de colaborar con esta obra.
Don Pedro fue todo eso. Una suerte de Tomás Moro cordobés, que compartió espacio, tiempo y prestigio con reyes, papas y presidentes, pero que nunca dejó de ver a Jesús en las necesidades de los más pobres.