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martes, 5 de abril de 2011

El sismo en Japón: Creer en Dios después del tsunami

Por Pbro. Matías Omar Ruz *
Especial para Periódico Encuentro

Cuando la catástrofe natural interpela a la fe en un Dios bondadoso
Las tragedias naturales suelen dejar a los creyentes sumidos en la perplejidad. ¿Por qué Dios permite este tipo de catástrofes? ¿Qué pondemos hacer ante el dolor inmenso que soportan las víctimas y sus allegados? Las respuestas a estos interrogantes nunca son sencillas. Acaso puede afirmarse que los fenómenos naturales obedecen precisamente a la naturaleza y no a la voluntad divina; o que Dios no salva “de” los accidentes, sino “en” los accidentes. Compartimos esta reflexión del sacerdote cordobés Matías Omar Ruz.


¿Cómo creer en Dios después de Japón? Con esta pregunta no hago más que modificar la pregunta complicada que ya hiciera el teólogo alemán Johann Baptist Metz con respecto al holocausto judío: "¿Cómo creer en Dios después de Auschwitz?"

Son preguntas difíciles de responder. A mi juicio, cualquiera que intente dar una respuesta cierta y segura, podría correr el riesgo de equivocarse. Alguno ha dicho por allí que "después de Dios, el misterio más grande es el misterio del mal". Y este es el problema, tanto a nivel espiritual como intelectual. Decir simplemente que Dios "permite" la catástrofe, sería aceptar la imagen de un Dios que simplemente deja morir a los inocentes. Decir que Dios "quiere" la catástrofe, sería afirmar la imagen de un dios que no es cristiano, un dios que se goza en la muerte de los inocentes. Aquí reside la cuestión neurálgica: ¿por qué el mal?
¿Por qué la muerte de los inocentes? Lo material se reconstruye, pero la vida no. A veces es preferible decir que no sabemos por qué. Pero esto tampoco significa una salida elegante que paralice el pensamiento, el espíritu y la acción. Todo lo contrario, cargar con preguntas que no podemos responder, es el mejor estímulo para seguir creyendo, pensando y actuando. Propongo dos puntos a partir de la "catástrofe". Primero, a nivel espiritual y teológico, la catástrofe provoca una especie de mística, pero "rebelde". Es el inocente que sufre, sin saber por qué y sin merecerlo. Cómo la mística de Jesús en la cruz que se hace pregunta urticante, aguda, inimaginable: "¿Dios mío, Dios mío, por qué me has abandonado?" Pregunta que, creo, los cristianos aún no tomamos demasiado en serio. Con el mensaje de la Resurrección –por cierto, el más importante del cristianismo-, nuestra mística es, no pocas veces, un tanto triunfalista. A veces "utilizamos" la respuesta de la Resurrección para acallar las preguntas importantes, o para tranquilizarnos sabiendo que hay un "final feliz". Sin embargo, Jesús hizo una pregunta y nadie se la contestó. Ahora bien, tal pregunta puede provocar desesperación o confianza y aquí es donde considero que Jesús nos da la clave (parafraseando): "Padre, no sé por qué me has abandonado, pero igual me entrego confiado a vos, porque espero en vos"
Esta es la mística de la catástrofe, que todos de alguna manera experimentamos. Hoy estamos conmovidos por lo que pasó en Japón. Pero hay catástrofes personales que también generan este tipo de mística: la muerte de un hijo, una enfermedad que va consumiendo, la destrucción de la vida de un niño que ha sido violado y todos aquellos sufrimientos que no entendemos. Sin embargo, seguimos creyendo. En esta mística, "sufrimos a Dios" (J. B. Metz), es decir, sufrimos no sólo la catástrofe, sino que Dios calle, guarde silencio, no responda. Sin embargo, es una mística que –aunque paradójica- genera vida, como la misma Pascua.

Esto se conecta con el segundo punto. La mística de la catástrofe produce una "praxis de la compasión". ¿Qué hacer por el pueblo japonés? Probablemente nuestra única ayuda sea la oración, que no es poco. Pero ese drama debería estimular nuestra acción para que nuestra mística sea "de ojos abiertos" (J. B. Metz). Es decir, no pocas veces la catástrofe está al lado
nuestro y no nos damos cuenta. Una praxis de la compasión implica una mística activa para cargar con la cruz de los hermanos. El modo de cargar con la cruz del prójimo lo tendrá que discernir cada uno. Siempre hay una manera de ayudar, siempre podemos hacer algo. La caridad es creatividad en favor de otros. A veces, esa caridad será sólo sufrir con el otro
las preguntas sin respuestas.


* Sacerdote. Estudió Filosofía en la Universidad Católica de Córdoba. Reside en Bonn (Alemania), donde estudia Teología.